Este utensilio, que nos recuerda el
olor a barquillo y a fresa de nuestra infancia, está muy demandado en el
mercado político español. No me esperaba que Ramón Espinar –que dice ser
politólogo y a quien no veo la coherencia que tal profesión exige- ingresase en
el gremio de los heladeros por la puerta grande (aunque su carrito sea
pequeño).
No quiero
pasar del prudente discurso al insulto. Por ello hablo del encantador carrito
de los helados y no de los que pretenden vivir del oportunismo y del engaño al
vulgo, al que desprecian.
Hay personas
que, en cuanto pisan moqueta, sufren la transformación que el Mariscal Talleyrand padecía
cuando diseñaba sus uniformes, atuendos que le hicieron merecedor del apelativo
“Carnaval de la Gloria”.
Aparece en
el panorama nacional otro “emprendedor”, como dijera Bárcenas.
No creo
necesario decir más. A buen entendedor con pocas palabras basta.
La vanidad en hierba mala
que envenena toda huerta.
Es preciso estar alerta
manejando el azadón
aunque no falta el varón
que la siembra hasta en su puerta.
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