19 mar 2011

Misión humanitaria conta Libia


Mientras los japoneses muestran ser un ejemplo de civismo y valor para todo el mundo, las Naciones Unidas deciden autorizar la acción humanitaria en Libia. (Hay que ver que nombrecito le hemos terminado poniendo a la guerra, sólo le falta el adjetivo de “sostenible”). El caso es que, como se confió (y apoyó) el triunfo de la revolución en Libia, ya decantados, hay que salir de entre bastidores y dar la cara porque, de lo contrario, Libia volverá a ser feudo de Gadafi y nos negaría el pan y la sal (en este caso, el gas y el petróleo).
La injerencia de otros países en políticas ajenas siempre me ha parecido de mala educación pero la globalización ha empequeñecido el planeta hasta convertirlo en un patio de colegio. Priman los intereses económicos y velar por el “orden establecido” (aunque represente un equilibrio tan inestable como el del cono invertido) sobre los intereses políticos de cada nación.
Esta nueva “misión humanitaria”, donde casi toda la carne está en el asador, puede tener consecuencias duraderas. No se está atacando a Gadafi y pretendiendo instaurar una democracia, ese es sólo el pretexto. El tema es algo más complejo, sobre todo porque incide sobre una piedra angular del bloque llamado árabe (que deberíamos llamar musulmán).
Esta nueva misión favorece coyunturalmente a Marruecos quien pondrá su territorio a disposición de los “humanitarios” y, de este modo, la monarquía y oligarquía marroquíes tendrán más tiempo para “regularizar cuentas”, antes de que el cambio necesario sea impuesto en Marruecos.
De cualquier río revuelto hay quienes sacan ganancia.  

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