12 abr 2012

Llegó el Gobierno.

Acabó la época Zapatero y creo que, si hay algo que la defina, es la indecisión. Ahora hay otros vientos donde, acertada o no, se toman decisiones firmes. Los resultados no pueden ser esperados a corto plazo. No es tiempo de impaciencias ni de críticas precipitadas y, generalmente, improcedentes tanto en sus formas como en sus contenidos.
Cierto y verdad que se está avanzando en el desmontaje de la sobredimensionada clase política ya sea con recortes económicos a determinadas competencias, como a talantes ejemplarizantes de algunas comunidades, e incluso del estado central. Pero... algo se está haciendo (que buena falta hacía) porque cuando el saco está roto o se tira o se remienda.
Los movimientos populacheros -incluidos los de origen sindicalista- están "descangallados"; poco o nada aportan en ningún sentido salvo en el de "desazonar el ánimo" y, desde mi corto entender, están fuera de lugar.
Cuando no se está de acuerdo con una medida a la que se le presupone un resultado negativo debe ser atacada con una alternativa a la que se le intuye mejor resultado. Pero hay una segunda parte ¿qué es un buen resultado? porque lo que para unos parece bueno al otro puede parecerle nefasto. Este creo es el verdadero problema porque resulta que el "bien común" -teóricamente el que beneficia a la gran mayoría- no es tan común sino que está a porcentajes parecidos entre dos políticas enfrentadas y, así, no vamos a ninguna parte. Remar a descompás o en sentido opuesto solamente hace dar vueltas al bote.
Las dos españas resurgen de nuevo, en gran medida gracias a los disparates de Zapatero y a su memoria histérica. Ganas de remover conciencias y de enfrentar facciones.
El nuevo gobierno -bueno, el Gobierno, que ahora lo hay- de momento no ha nombrado ningún ministro folklorico. A todos se le reconoce preparación y discernimiento, cualidades de las que han demostrado carecer algunos ministros (más ministras) de la etapa pasada y que debían su cargo a favoritismos partidistas, a amiguismo, a esnobismo o a repentes sorpresivos de la señora de Zapatero -soprano suplente-.
Me merecen igual respeto la derecha como la izquierda de este país. Pero no me agrada verlos enzarzados en diferencias tan nimias como obstructivas. Ir a la contra por ir a la contra es una imbecilidad política y personal. Lo procedente es aunar esfuerzos por conseguir, de momento, que no se gaste más de lo que se ingresa (o espera ingresar). Que se arbitren lo mecanismos que incentiven el consumo responsable de lo verdaderamente necesario -y con la financiación adecuada bajo las consideraciones de realidad y riesgo-. Que se reconsideren y redimensionen los modelos de Estado y Gobierno (no nos merecemos tocar a dos políticos por ciudadano - exagerando un poco, sólo un poco-).
Doy mi confianza al señor Rajoy y a sus ministros y espero de ellos un golpe de timón firme que haga navegar esta nave hacia un punto que no nos haga avergonzarnos en la Historia.

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