24 abr 2013

De la macroeconomía y otras adivinaciones

En momento tal crucial como este en que nos encontramos la macroeconomía tiene un importante papel. Cierto que su papel actual parece funcionar más como ciencia de adivinación prudente que como orientación económica. La llamada crisis económica -que no es sino una depresión absoluta- debe atender a las ecuaciones matemáticas macroeconómicas pero para que un cálculo económico resulte real -acomodado a la situación actual-  no nos valen los parámetros de la llamada economía del bienestar que la técnica del ACB (Análisis Coste Beneficio) cuantificó de manera bastante certera en el siglo pasado. Ahora hay nuevos parámetros a contemplar y otros a desechar.
El primer parámetro nuevo de nuestra compleja ecuación es la educación -no solamente la formación académica, sino la completa formación del ser humano-. Aquí ha influido de forma considerable la incorporación plena de la mujer al mundo del trabajo y la necesidad, algo inexplicable, de competir con el varón en el plano laboral con el ánimo de demostrar su valía. Una necesidad reivindicativa que le ha hecho redoblar sus esfuerzos y, de algún modo, hacer demostración de valía. Pero esta competición exige tiempo, un tiempo que se detrae a los hijos quienes notan la ausencia de la figura materna en el gobierno cierto del hogar, donde se forjan los valores y la sensibilidad que complementan la formación académica.
La sociedad es la verdadera responsable. Mientras que ha potenciado la incorporación plena de la mujer al mundo del trabajo no ha sabido compensar este esfuerzo respetado los tiempos necesarios para que esa misma mujer trabajadora ocupe el lugar de gobierno que en el hogar le corresponde y la familia progrese en los parámetros tradicionales. Dicho de algún modo ha desaparecido la figura materna de amparo total. Es una evolución plausible pero no hemos sabido llenar el vacío que esto produce en la formación de los hijos.
Dando por válido este razonamiento hemos de buscar una solución válida. No sería bueno que la mujer renunciase a lo ya conseguido sino que entre todos colaboremos a que la formación de los menores esté amparada por unos parámetros reales que inculque los necesarios valores morales y éticos que los hagan socialmente coherentes y personalmente trascendentes.
Tratar en macroeconomía de esto que he expuesto parece inapropiado pero, créanme, no lo es. La economía no es sino un equilibrio de valores, unos tangibles y otros intangibles y ambos son cuantificables en unidades monetarias.
Entendiendo este sencillo principio podremos construir un equilibrio económico nuevo. No a corto plazo, como exigen nuestra impaciencia y nuestro egoísmo, sino a medio y largo plazo, como deben hacerse estos asuntos.
Los modelos políticos llamados comunismo y capitalismo han quedado uno como teoría social romántica y otro como imposible de mantener. No debemos rasgarnos las vestiduras. Los modelos puros han fracasado. El beneficio a corto plazo que exige el capitalismo es tan utópico como el estado padre que propugnaba el comunismo. Estos modelos están perdidos.
¿Qué modelo hay que adoptar en tiempos venideros?
He creado una ecuación cuantificada  -compleja pero resoluble- y parece existir una tendencia en la que ambas contradictorias teorías se entremezclan y allí donde el PIB es muy bajo el crecimiento del modelo será significativo mientras que en aquellos territorios donde era alto el modelo se frena e incluso pasa a decrecimiento. Se tiende pues, dicho de manera sencilla, a un cierto equilibrio tendente a la igualdad de necesidades y riquezas. Pero esto es solamente teoría económica, la práctica comienza por otros parámetros. Como ya dije la formación académica y social; la recuperación de valores éticos y la persecución severa -y efectiva- de todo acto de maldad que perjudique a la colectividad o al individuo. Menos normas y más cumplimiento. Más orden y más respeto. Más obligaciones y menos derechos. Estos son los principios de la nueva ecuación que también contempla el valor negativo de la clase política, su afán desmesurado de lucro con el robo y la prevaricación; el valor de la justicia; el respeto a la autoridad; etc... todo se ha contemplado. También el comportamiento usurero de la banca y la connivencia de los gobiernos con estos... Y el irresponsable comportamiento de los consumidores que compran no atendiendo a sus necesidades reales, sino en la curva exponencial de Maslov que representa el prestigio -cualidad que se otorga cada cual según su ego- y, en España particularmente, un consumo innecesario basado en la envidia y en el querer aparentar escudado tras una insignia de un lujoso automóvil que ha de demostrar nuestro éxito y decir a todos que nos ha abandonado el pelo de la dehesa cuando, en realidad, es al contrario.
Espero no haber ofendido a las mujeres trabajadoras. Si hay algo que siempre he apoyado es la igualdad. La igualdad sin complejos; no el feminismo ni el revanchismo.

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