22 mar 2013

El carrito de los helados



Al señor Bárcenas lo han pillado con el carrito de los helados -y también a su antigua familia política-. La corrupción bandea a diestra y siniestra con parecida intensidad y a todos toca, incluso a instituciones que se presumían intocables por irresponsable, como la Corina, perdón, Corona.
  Los valores del hombre están en desuso a pesar de que las religiones insisten en su recuperación, parece de imbéciles llevar la religión más allá del tiempo estricto del rezo colectivo. Su uso exclusivo es para el perdón o el arrepentimiento, pero las doctrinas religiosas parecen no estar para imprimir carácter a los comportamientos. Así lo interpretan estos meapilas y muchos de los dirigentes religiosos. Pero no hablemos más de estas supersticiones y volvamos al desencanto.
La ciudadanía se desespera porque no encuentra el camino incruento de la rebelión efectiva. De esa rebelión que acabe con tanto chorizo y comience a sentar las bases económicas que patrocinen la producción y, por ende, el imprescindible empleo. Si los consumidores no tienen medios económicos el círculo de crecimiento se detiene. La riqueza se acumula en minorías y la pobreza amenaza a la mayoría. “Si eso es la democracia prefiero la dictadura” decía el otro día un amigo a quien tengo por inteligente. Da que pensar esta reflexión.
Los fraudes en los “ERES” de Andalucía –que se veían venir desde tiempo- están ahora levantando polvo. Todos a la cárcel. Yo preferiría que no fuesen a la cárcel a comer y dormir con cargo al presupuesto, sino que devolviesen íntegramente el total sustraído con los intereses correspondientes, naturalmente. Y ésta obligación pecuniaria la extendería a sus herederos pues si la riqueza que se hereda fue obtenida mediante fraude, hay que reponerla.
Tantas leyes para tan poca coherencia. Esto es inexplicable. Los ciudadanos estamos cansados de tanto “rendijero” oportunistas de medio pelo que, tan pronto tienen ocasión, meten la mano en la Caja con la reflexión “si me pillan, ya veremos…” y, claro, es más cómodo enriquecerse robando y pasar tres o cuatro años dormitando en una cárcel que estudiar una carrera y trabajas honestamente, lo que no garantiza el enriquecimiento.
Los valores morales –que nada o poco tiene que ver con las religiones- no están de moda para esta gentecilla que llega a sus cotas de poder mediante la conspiración, la inmoralidad y, muchas veces, la delincuencia. Esto, señores, tiene que acabar o no nos quedará más remedio que liquidarlo de forma violenta.
Si en estos momentos ocurriese un “tejerazo” la mayoría de los ciudadanos lo apoyarían, no nos quepa duda. Y no sería con la visión nostálgica de tiempos pasados sino con la intención firme de desmantelar el actual modelo de administración –y sus intolerables reinos taifas- que alimenta a tanto político y a tanto advenedizo. El modelo actual económicamente es insostenible y políticamente muy incorrecto ¿dónde está el sentido común? y ¿este es el precio de la libertad? ¡Pues vaya!

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