20 ene 2011

Café para todos: autonomías

Las autonomías, que deberían mejor llamarse "autono de ellos" porque poco o nada toca al contribuyente -salvo patrocinados-, han sido el lujo de la estepa española. Un desmadre sin dimensión que, en cierta época, nos embriagó a todos. En los ochenta nos creímos ricos. Ya somos europeos, ya tenemos derecho a coche y a prebendas; a dietas y amiguismo. Un derecho divino -para quien lo ejerce- y maligno para quien ha de patrocinarlo con sus dineros (ciudadanos de a pié).

Ahora los presidentes autonómicos se mueven nerviosos de televisión en televisión justificando sus existencia (y, de paso, su sueldo desmesurado) hablando del ambulatorio de la esquina, la universidad de su capital autonómica o de la potenciación de la economía cercana. De todos modos se les nota en la voz la inseguridad . Se les está viendo el culo (dicho en expresión coloquial). Un culo que se pasea en auto que paga el ciudadano, con sede palaciega pero, al fin y al cabo, un culo.

La austeridad que imponen la obligada moralidad de la caja pública y la razón obligan a suprimir de inmediato las autonomías, sin excepción. Cualquier otra maniobra o disfraz es inútil y conduce a la quiebra definitiva del estado. Y, ya que el Rey, teórico garante de la unidad de España, no ejerce intención correctora, tendremos que ser los ciudadanos quienes lo hagamos. 

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