Me gustan las tertulias sobre todo cuando concurren tendencias tan enfrentadas como las que políticamente hay en España. Me gusta el nivel de discusión siempre que se mantenga dentro de la cortesía y el respeto pero, generalmente, esos límites se sobrepasan. Enric Sopena defiende las tesis del PSOE salga el sol por donde salga lo que me parece mal pero, a su favor, diré que no pierde las formas. María Antonia Iglesias hace lo mismo que Sopena pero argumenta de manera más coherente y presenta su postura con lenguaje comprensible (y hasta convincente). Rojo, Dávila e Isabel San Sebastián defienden las posturas de la derecha, generalmente, con agresividad y falta de respeto, lo que devalúa sus argumentos.
El caso es que las tertulias se devalúan por la inmovilidad de posturas. De antemano sabemos lo que cada cual defenderá a ciegas, sea cual sea el tema que se toque y crea en conciencia si la razón le asiste. Nadie es capaz de reconocer, en determinado punto, que su defensa está fuera de lugar pues no siempre una postura política está en posesión absoluta de la verdad.
Como puede ver el lector no me parecen bien ni los unos ni los otros. Algo más razonable me parece Leguina y aún mejor me parecería si limase los pequeños resentimientos políticos que en él subyacen.
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