En este tiempo de ausencia han pasado cosas dignas de todo comentario,
pero de tratarlos ya se han encargado, hasta la saturación, los comentaristas,
tertulianos y otros paisanos. No sabría elegir tema sin que ya estuviese
amortizado en el entendimiento de cualquier lector. Estoy confundido (que no
confuso) y, en tal estado, se peca de falta de objetividad y, por otro lado,
tampoco quiero que se transfiera mi estado desencanto emocional.
Tal vez proceda opinar conjuntamente de todo a la vez y gritar a los cuatro
vientos: ¿Donde están vuestro valores; donde vuestros principios; donde
vuestras creencias y donde vuestras cuentas bancarias? Seguro que contestan a
estas preguntas, menos a la última, con aires de humildad y frases coherentes
que conformen la nomenclatura de la complejidad y, envueltas en amabilidad,
cualquier respuesta será válida y satisfará los oídos de quien escucha. Es la
técnica del cuarto y mitad, que ni es cuarto ni es mitad, pero algo pesa, que
es a lo que vamos.
También podríamos hablar del ex-honorable. O, más distraído aún, sería
hacerlo de los motivos reales que han hecho que este asunto salga del cajón de
algún organismo (ese, ese que está usted pensando).
Otro asunto que daría para tertulia sería el de la renovación del PSOE
(ahora federalista por toda de evolución). Con solución que no estorbe el equilibrio
del bipartidismo monárquico acordado a la espera de mejores tiempos.
También podría dar opinión sobre el partido emergente Podemos pero procede
no decir y esperar a que sus acciones den motivo para ello, si lo hubiere. No quiero
caer en el pecado de la maledicencia por inducción de cuatro mangas verdes que
opinan a sueldo del bipartidismo para sesgar la intención de voto con soniquete
común de "que viene el coco", cuando todos sabemos que el coco ya
está aquí desde hace mucho tiempo y tiene una sucursal en la esquina de casa.
Otros asuntos serían: las banderas, las coronas, el nuevo califato, los
reinos taifas (autonomías o federaciones), del maldito paro, de la fuga
obligada de titulados y especialista, etc.
Pero, ya que estoy aquí, debo decir algo sobre macroeconomía:
Hace tiempo, a principios de la
crisis, recomendé austeridad, pública y privada. Medida obligada para afrontar
el primer embate de la crisis. Pero mi recomendación era solamente para la llegada
de las primeras olas, no para seguir en esa resistente e inmóvil postura
durante todo el temporal. El segundo paso -lamento no haberlo apuntado en su
momento y lo digo ahora- es flotar y el tercero nadar para alejarnos del
rompiente, donde el furor de las olas es máximo. Hay que adentrarse, poco a
poco, flotando a base de soplos de liquidez, hasta que se hinche el flotador y
nos permita mantenernos y, con un esfuerzo, tanto individual como institucional,
nadar para alejarnos del rompiente y podamos aguanta mejor el temporal, en
espera de un cambio de las condiciones. No hay que llegar al centro del océano.
Basta con adentrarnos unos pocos metros. Es un ejemplo gráfico pero, puedo
asegurar, aplicable a esta situación económica a pies juntillas.
Cuando me refiero a inyectar liquidez es, exclusiva y directamente, a los ciudadanos,
no a organismos interpuestos y menos a los bancos. Consiste en dar liquidez de
subsistencia a los consumidores para mantener cotas mínimas de consumo y evitar
que se detenga la economía básica. Esto obliga a inventar trabajos y a
remunerarlos adecuadamente, como primera medida. Y no creo que tenga que
explicar otras complementarias. Hay varios ejemplos puestos en práctica con
resultados demostrados. Copien, por ejemplo el modelo aplicado actualmente en
los Estados Unidos, que se mantiene a flote y, en zona de menor oleaje, espera
a que amainen las aguas bravas y vengan mejores tiempos u otros modelos en los
que incorporarse con alguna seguridad.
Sería una solución, pero, por lo que más quieran, no rescaten más bancos
porque los bancos no reparten beneficios sino con sus directivos y accionistas
y no con los ciudadanos que, lógicamente, se preguntan: ¿Por qué voy a pagar yo
las pérdidas de los bancos si no reparten conmigo sus beneficios? Desde luego
esto que se ha hecho con la banca no es de buen gobierno sino de patronal
bancaria. Y no me refiero al Gobierno de España exclusivamente sino a todos los
europeos que viajan en el mismo camarote de lujo (con vistas a la ignorancia). Gobernantes
sorprendidos por una situación que delata sus compromisos con el poder capital
o, más triste aún, su propia ignorancia y que, por toda excusa, usan la
estadística comparativa con la desgracia de otros países con gobernantes con similares
o mayores taras. Estupidez que la Historia no perdonará y los inscribirá, sin
duda, en el capítulo sombrío de los mediocres.
Muchos, cuando se habla de estos temas y de otros que hemos dejado sin
tratar, pretextan que la democracia tiene estos costes. Pero, reflexionemos: si
es un coste tan elevado e incoherente que nos conduce a la ruina coincidiremos
en que no nos vale. Habrá que cambiar el modelo. Y, desligándonos de todo
compromiso, no es complicado; vean (pregunten) el orden de prioridades de las
necesidades de los ciudadanos y procuren su satisfacción en el orden en que
sean dictadas. No es tan difícil y, sobre todo, eviten deslumbrarse con la
púrpura de sus propias vestiduras: la vanidad en hierba mala que crece en tierra buena y los aduladores son su abono. La mayoría sólo es manejable cuando no
padece privaciones.
Otro día -si nos apetece- hablaremos de laberinto jardinero en que han
metido al señor Gallardón, consecuencia de las malas compañías. Influencia de
quien pregona "el que se mueva, no sale en la foto" (dicho en sentido
celestial). Y, como los pensamientos afines conforman rasgos parecidos, este
amigo del señor Gallardón, cada vez se parece más a Alfonso Guerra, acuñador de
la histórica frase (dicha, en este caso, en sentido terrenal).
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